viernes, 9 de noviembre de 2012

Acompañando

Hace más de un año, una tarde de jueves, leí un post que me pareció brutal. Lo leía un día después de su publicación, así que no comenté, aunque lo compartí en Twitter. Acompañar. Habla del bien que hace sentir el apoyo y el cariño de los que te quieren en momentos difíciles. Yo soy esa clase de personas que consiguen que te rías en esos sitios tan fríos. Soy capaz de marcarme un pase a lo modelo profesional en una sala de espera de hospital con tal de arrancar una carcajada entre lágrimas, cuando creo que mis abrazos ya no son suficientes.

La lectura me hizo pensar en muchas cosas, incluyendo un post que tenía en la recámara, y que me dio por publicar. Pero sobretodo, me dio por pensar que debería escribir sobre otro tipo de acompañamientos que son todavía más difíciles. Y quizá incluso más agradecidos.

A veces, no sólo hay que acompañar a los que se quedan, si no a los que se van. El azar, o el destino, o el simple paso del tiempo, hizo que esa semana lo hiciese de nuevo.

Una llamada de teléfono. "Tía María se muere". Cuelgas el teléfono, suspiras, sonríes. 90 años y cada día peor. Llevas más de un año sin verla con la eterna promesa de que el domingo siguiente encontrarás un hueco. No te sientes culpable. No tienes ganas de llorar. Sabes que este día tenía que llegar, y que no podía tardar. No corres. No hay nada que hacer. Ni siquiera despedirse. El día siguiente tienes cosas que hacer, y las haces. Si no llegas, no llegas. Ya hay alguien allí.

Al fin, día y medio después, te escapas. Dijeron que quizás no pasaba la noche y ahí está. Y la ves, y la besas, y la tocas. Y no sabes si siente o no siente, pero no puedes dejar de tocar, de acariciarla, de hablarle. Y acompañas a los que la acompañan. Y compartes recuerdos. Y sigues teniendo esa sensación de que no has llegado a conocerla todo lo bien que merecía. Todavía le quedaban cosas por contar, seguro. Pero ya no le quedaban cosas por vivir.

Hoy hace un año de aquella llamada, y no puedo evitar sonreír al pensar que todo el mundo debería morirse así. Con todo hecho.