Titulo alternativo: Fin de semana intenso, muy intenso.
El sábado, como seguro que todos sabéis, más de un millón de catalanes invadimos el centro de Barcelona para reivindicar que estamos hasta los cojones de que no se nos haga ni puto caso. Un millón y medio según las fuentes más optimistas, 50mil personas segun algún lumbreras. Yo estuve, vaya si estuve. Cómo he estado en todas las manifestaciones que reivindican algo en lo que creo. Y no recuerdo una de tal magnitud. Ni siquiera en la de repulsa a ETA cuando nos mataron a Ernest Lluch. Ni siquiera aquella en la que suplicamos que no nos metieran en una guerra en la que no pintábamos nada, y que nos acabaron trayendo a casa. A duras penas conseguí aguantar la emoción en la manifestación. No me salían los cánticos, tenía un nudo en el estómago. Fue una fiesta en todos los sentidos, y me siento muy, muy, muy orgullosa de haber podido participar en un momento de la historia de nuestro país.
Sé que desde fuera no podéis entender este sentimiento. La misma pertenencia que sentís por vuestra tierra, está mal vista para
nosotros. Muchos de dentro tampoco lo hacen. Lo he intentado
otras veces, pero siempre me he quedado con la sensación de no conseguir explicarlo. Algunos, quizá por simpatía, quizá por cariño, quizá porque realmente debería haberme dedicado a la política, habéis llegado a aceptarlo, pero no lo entendéis. Quería escribir un post explicandolo, intentándolo otra vez, pero sé que no lo voy a conseguir. No obstante, me he encontrado algunas cosas por la red 2.0 que resumen muy bien lo que yo no he conseguido decir. El primero es un párrafo de un
post de Buenafuente:
Los catalanes solo queremos que se nos escuche y respete para seguir juntos el incierto viaje de la historia. Quítale oportunismo, demagogia y electoralismo a todo el debate y tendrás a un montón de gente normal y orgullosa de su tierra, cabreada por sentirse ignorada y maltratada por la maraña judicial. Ya está.
El otro post, el que realmente me gustaría haber sido capaz de escribir es de
4colors, alguien que lleva
nueve años en la red, y a quien no he dejado de leer desde que encontré. El post en cuestión se titula
Antes De Compartirnos La Cara. Y manifiesto reiteradamente mi admiración, y mi envidia. Cuando sea mayor quiero escribir como tú.
Y pese a todo esto, el domingo d
isfruté sufrí con el partido, como la que más. Todo lo que se podía sufrir. No tengo voz. Grité y salté y me abracé con todos los que tenía a mano. Brindé con cava por la victoria de una selección que siento mía.
Los nuestros, como dice Rafa. Los de todos. Y eso es algo que muchos tampoco entienden. Y me da igual. No fui a celebrarlo a Canaletas, porque me niego a que hagan lectura política y me cuenten como gran defensora de la indisoluble unidad de España, cuando es solo fútbol. Algunos tampoco lo entienden. Y esto, también me da igual.
He leído cosas muy ofensivas estos días, de desconocidos, de conocidos, y de amigos. Seguro que muchas de las que he escrito yo, aunque bajo mi criterio no hayan faltado al respeto de nadie, habrán herido sensibilidades. Incluso ayer me recriminaron, con mucho cariño,
una cita del gran Machado. Con los años, una aprende al final que, cuando se vive en una situación política y emocional tan compleja como la nuestra, es imposible contentar a todos. Así que yo hago, y hablo, y siento, y digo, lo que quiero y puedo. Y al que no le guste, que me ignore, que mire para otro lado, o que presente un recurso ante algún tribunal.