jueves, 8 de marzo de 2012

Encarna

Ayer por la mañana me tocó a mi comprar las cuatro barras de pan que nos desayunos con mis compañeros de trabajo cada día. Casi nunca voy a la panadería, y menos entre semana y ya nunca coincido con Encarna.
Ella no me (re)conoce, aunque me saluda como si fuera clienta habitual, pero para mí es un recuerdo vivo de mi más tierna infancia.
La panadería ha cambiado. Recuerdo un mostrador alto altísimo, tan alto que nisiquiera veía lo que había en el mostrador. Mi madre iba a comprar el pan, imagino que cada día, y ella siempre salía del detrás del mostrador gigante y me daba un trozo de bastón. Aunque mi madre me comprase uno entero. Ella siempre tenía guardado un currusco para mí. Y imagino que para el resto de niños del barrio.
Ahora está detrás de un mostrador que a mi me parece mucho más bajo, y que seguramente lo sea, en una panadería tan grande que tiene hasta cafetería. Y al menos otras dos panaderías.
Ayer, mientras esperaba, pasó una mujer mayor, muy mayor, asomó la cabeza y Encarna le dijo a una dependienta que la señora Ana venía a por su media barra de pan. Le dieron un trozo de una barra de pan rota. Cómo mis trozos de bastón. La señora Ana se fue pagando con una sonrisa. -Mañana te lo traigo, Encarna. - No se preocupe. Sonrisa.
No se nada de Encarna. No se sí es encargada o si las panaderías son suyas. No se sí tiene hijos, si es feliz con su vida. Sólo se que se llama Encarna y que lleva al menos 25 años preparando pan y regalando sonrisas a todo un barrio.
Ella es una mujer trabajadora. Dicen que hoy es nuestro día. Felicidades a todas. Y ojalá algún día vivamos en en un país civilizado y no necesitemos celebrarlo.

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