domingo, 3 de julio de 2011

Adicta a la sal

Cualquiera que me conozca o me lea de hace tiempo sabrá que no puedo vivir sin ella. Hay personas que dicen necesitar el mar, pero yo lo necesito todo. El mar, la arena, la sal. He hablado muchas veces de mi paraíso particular, del origen de mi devoción, incluso de las conversaciones que he oído contando aviones.

Ayer, pese a que el día parecía haber confabulado en nuestra contra para sabotear mi primer día de playa intensivo del verano, los comerciantes, una vez satisfechos con mi consumo, decidieron aligerarse la tarde, y permitieron al sol volver a salir. Lo tomé como una señal y cogí un tren dirección opuesta a mi paraíso particular, dirección a otra de las playas de mi vida.

Aterrizamos en una playa que tenía intención de quedarse tranquila en un par de horas y me quedé disfrutando de su compañía hasta que el sol se escondió por las horas, y las nubes de tormenta aprovecharon para oscurecer aún más la noche que entraba.

En algún momento indeterminado, con el sol ya muy bajo, la playa casi vacía, mi piel seca y con sabor a sal y mi toalla llena de arena, abrí los ojos mientras alguien exclamaba, en tono de susurro, "¡Qué cara de felicidad! Sonreí, asentí y pregunté en voz alta: ¿Hay algún sitio en que se pueda ser más feliz que en la playa?

2 comentarios:

  1. La verdad es que se me ocurren muchos sitios donde se puede ser más feliz que en la playa. Pero yo soy yo y tú eres tú. Así que me alegro de que tengas cerca el lugar que te hace feliz :)
    Y qué recuerdos lo de la piel sabor a sal!!!! Me a recordado a cuando era chiquitaja y me lamía flipando con el sabor!!! :D

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  2. Quizás me hace feliz porque siempre la he tenido cerca... :)

    Yo todavía adoro el sabor a sal en la piel!

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