sábado, 15 de mayo de 2010

De este lado del silencio: Suerte

Publicado originariamente en Fotolog, el 25 de Mayo del 2007


La verdad es que estoy empezando a estar un poco quemado con eso de que todo el mundo me recuerde la suerte que tengo o he tenido, la fortuna de todo tipo que veleidosa me acompaña, mi feliz regreso al mundo, mi diestro capotazo a la muerte. Y estoy empezando a estar harto porque, entre otras cosas, si alguien sabe, conoce, siente cuál es mi suerte, ése precisamente soy yo.

Sí, yo tuve, tengo, tendré suerte, mucha suerte: Suerte. La suerte de escuchar en derredor a cada momento las palabras inconexas de la gente; la suerte de entornar lentamente los párpados y observar las filigranas de la luz solar tamizandose a través del raido telon de las pestañas; la suerte de correr tirirando de frio por las calles entre los autos, y entrar en un bar y pedir una cerveza, un café, un vaso de licor que me caldee; la suerte de presionar con un dedo sobre un pezón, retirarlo y presenciar como al instante recupera su oscura forma de timbre; la suerte de lanzar aros de humo con la boca, contemplarlos un segundo avanzando erraticos, ampulosos, en el aire hasta temblar, volatilizarse, desaparecer hacia nadie sabe dónde; la suerte de calzarse unas botas nuevas, salir de excursión y saltar incansable por peñascos, torrenteras y bancales; la suerte de plantearse cuestiones trascendentes, subsumir la realidad y sus condimentos en variopintas categorías, exponerlas, barajarlas, sopesarlas y, al final, no entender nada de nada; la suerte de asomarse una mañana al patio y sorprender a una hermosa vecina tendiendo laboriosa la colada, y que su mirada entre de pronto en colisón con la tuya y sonría y tu también sonrias y sea jueves; la suerte de andar por una plaza y que te aborde un extraño de dudoso aspecto para contarte una historia carcelaria e increíble, y acabar dandole pasta, saber que te ha engañado y da lo mismo. La suerte de jugar un partido de fútbol, correr la banda siete veces y agarrarte un buen mosqueo, ya que mucho chupón es lo que hay y nadie atiende a tus hábiles desmarques; la suerte de levantarse temprano un domingo, ducharte, vestirse e irse a un bar a tomar cañas y que al salir a la calle te cague encima un estornino; la suerte de zambullirse en el mar una tarde de verano, descender buceando hasta que tus pulmones digan basta, con una talonada iniciar aleteando el camino de vuelta, alcanzar la superfície y de una bocanada furiosa llenar el pecho de aire; la suerte de hacer patinar la punta de la lengua por la suave rampa de un vientre que deseas; la suerte de pensar en la persona amada, hacer interminables cábalas amorosas, y horas más tarde verla y sentir un tremendo boquete en la garganta. Sí, la suerte: la suerte de estar vivo; la suerte de poder contarlo.


**************** De este lado del silencio
**************** Jorge Juan Martínez

No hay comentarios:

Publicar un comentario