sábado, 4 de septiembre de 2010

Ana

Es la única rubia de las nenas y de los 15. Me lleva dos años, y eso siempre se ha notado. No ha pasado un sólo día desde que nos conocimos hace ya nueve años en que no haya intentado protegerme. Aunque quizá se deba a que entró en mi vida por casualidad, o más bien accidente, como empiezo a creer que entra toda la gente realmente importante, en un momento en que yo era más que vulnerable. Soy incapaz de expresar en palabras mi eterna gratitud hacia ella, seguramente me salvó hasta un punto del que no es consciente, y quizá por eso me limito a quererla hasta un poco menos que el infinito, como a esa hermana mayor a la que puedes ver más o menos, pero sin la que no te imaginas tus mejores momentos. La misma a la que no podrías dejar de recurrir en los peores.

Fue la artífice del cambio de aires que necesitaba, y me llevó de la mano en la entrada a una de las épocas más divertidas de mi vida. Arreglamos el mundo tantas veces, que no sé cómo pueden haberlo dejado tan mal. Buscábamos pisos a tres aunque las dos eramos conscientes de que se quedaría en un sueño irrealizado. Me corrigió al oído que cuando cantaba "aunque es posible que no puedas volver atrás" en No te escaparás, en verdad debería decir "aunque es posible que no puedas volver a andar",  ruborizándome en una época en que yo ni siquiera era capaz de entender el concepto.

Me presta su antigua cama al menos una vez al año, y aunque suela morirme de ataques de alergia a entes desconocidos, me siento como en casa. Gracias a ella hice la primera entrevista de trabajo de mi vida. Nos hemos hecho mayores y ahora, más que querer arreglar el mundo en un bar, lo que queremos arreglar suelen ser nuestras vidas. Las cervezas ahora las tomamos en su sofá. Cuando nos quedamos a solas, me sirve una cerveza de diseño mientras me pregunta ¿que me cuentas? en tono despreocupado y se queda callada esperando a que me arranque y le cuente mis devaneos de los últimos meses.

Escribo y escribo y no digo la mitad de lo que quiero decir. Las palabras me salen atropelladísimas. Hoy es su día. Se hace tan mayor que para celebrarlo va a disfrazarse de princesa. Se casa con uno de los mejores hombres que he conocido. Aunque a él no se lo digáis muy alto, que luego se crece y no hay quien le aguante. Y yo, que nunca había entendido porque la gente llora en las bodas, llevo tres párrafos tratando de contener las lágrimas. Creo que esta tarde no lo conseguiré.

6 comentarios:

  1. Un apunt molt i molt bonic. La sort de tenir amics com aquests és que hi ha dies que un plora per l'alegria de tenir-los ben al costat. Gaudeix i plora que és molt sà quan el motiu és com aquest.

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  2. Oooooooooh.
    No sé si conseguiste decir lo que querías, pero lo que dijiste es precioso :)

    A mí las bodas no me gustan NADA, ya lo sabes, y sin embargo llevo dos, de unas de mis mejores amigas, en las que no consigo que se me quiten las estrellitas de los ojos *_* a no ser que una acabe cayendo (solo un poco :P) Será que no entendemos las bodas... pero sí por qué ellas se casan :) y es taaaaaaan bonito...

    Muchísimas felicidades, Ana

    Y Laita, lleva pañuelos, toallitas desmaquillantes y rimel de repuesto!! (y la cámara, claro!!)

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  3. Es maravilloso tener una amiga así, la verdad.

    Besos!!

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  4. No digas estas cosas que nos emocionamos todos Laia.

    Solo puedo decir una cosa... Amen!

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  5. Esto no se hace Laia...
    Pelos como escarpiasssssssssssssss ;)

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  6. Me alegro muchísimo de tengas ese amor tan grande... y estabas muy guapa! que lo sepas.

    MejorAmiga también se llama Ana, se casa en menos de un mes, y aunque parezca mentira también le ha quedado tan bien con la tuya, con su novio que también es colega mio de toda la vida.

    Muchos besazos!
    YoMisma

    P.D: Obviamente se llora en las bodas, pero seguro que no tiene nada que ver con todas las demás formas de llorar.

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