jueves, 29 de octubre de 2009

Un viernes cualquiera

Era viernes casi por la noche, estaba cansada, había tenido un día muy largo. Pero si no aparecía, sus amigos se quejarían (y con razón) de que últimamente no le veían el pelo, así que allí estaba, en una plaza céntrica de su ciudad, con los cuatro que se habían presentado. Al final resultaba que no era la única que estaba cansada los viernes. Alguien dijo que tenía que ir no se dónde, le acompañarían, y luego picarían algo por ahí. Había follón, y en verdad, estaba manteniendo una conversación paralela a la discusión del quehacemos con otro de los presentes, pero le parecía bien cualquier propuesta, había ido ahí para verles, como un viernes cualquiera.

Un tío pasó y le dio un buen golpe con el hombro, ella se tambaleó y se apoyó en alguien que había cerca. No tenía ganas de discutir, así que miró mal a su cogote mientras le veía largarse, restó importancia a las preguntas de si estaba bien, e intentó retomar la conversación. Una chica de un grupo cercano se le acercó y le preguntó si era a ella a quien habían empujado. - Sí, bueno... no pasa nada. - Sí, si que pasa, conozco a ese tío. Le he visto otras veces. Te ha metido algo en el bolso, fijo. - Abrió el bolso, uno de esos enormes que no siempre cierran bien, empezó a rebuscar, sacó la agenda, el estuche, el monedero, el montón de llaves, incluso apareció el tupper con los restos de la comida. Entre todas sus pertenencias, encontró una bolsita de algo que ella no había metido. Le pareció heroína, o coca, o una de esas mierdas que sólo había visto en las películas. La chica le estaba diciendo algo de que ahora vendría y querría cobrárselo. - ¡Encima! -, pensó, mientras miraba atónita a la chica. En estas, apareció el muchacho.- Oye tú, que eso es mío! - La chica que la estaba advirtiendo se escondió entre la multitud de curiosos. - Toma tu mierda y déjame en paz. - Seguía sin ganas de pelear, pero esto era demasiado. Se lo tiró al pecho, y el chico tuvo que dar un saltito hacía atrás para cogerlo sin que le golpease. Se sintió humillado. Aquella chica con pinta de no haber roto un plato le estaba vacilando.

La gente de la plaza empezó a susurrar que qué mal rollo, que vámonos. Sus amigos estaban tan asustados como todo el resto, así que empezaron a andar hacia arriba, pensando en darle esquinazo o algo. Ella iba a ir con ellos, por supuestísimo. Asintió con la cabeza cuando la miraron interrogativamente. Él intentó arrearle un puñetazo. Ella sacó fuerzas de la mala leche que le había entrado y paró el golpe. Se le había oxidado mucho, pero aún tenía la inercia de aquella arte marcial que había practicado de pequeña. No le pegó, porqué sabía que saldría perdiendo. En cambio, le miró fijamente y le advirtió que la dejara en paz, que no iba a conseguir nada. Empezó a andar todo lo deprisa que podía sin echarse a correr y sin perder la compostura. Tenía que demostrar que aún estaba segura de si misma. No tenía ganas de llorar, ni siquiera había aflorado aún el miedo. Estaba enfadada y tenía unas ganas terribles de partirle los morros a aquel niñato.

No sopesó correctamente sus acciones. Él era un chico negro, un inmigrante, que si se había visto obligado a trapichear con estas cosas para sacarse dos duros, seguramente, no tenía mucho más que su dignidad. Ella le había atacado dónde más le dolía. No era tanto el dinero como el haber esquivado el golpe. Y haberle advertido en publico. Eso era un error. No iba a dejarla marchar así como así.

No consiguió andar más de 10 metros sin que él la hubiera alcanzado. Sintió su presencia, sabía que iba a golpearla, así que se dio la vuelta, intentando ver venir el golpe, para poder esquivarlo, y se llevó un puñetazo directo a su estómago. Cayó de espaldas y, esta vez sí, aprovechando la fuerza de la caída, le propinó una soberbia patada en la cara. Había gente mirando, algunos se acercaron, y lograron separarlos. El se alejó. Le sangraba el labio, y la miró con una expresión que no dejaba lugar a dudas: te la tengo jurada.

Ahora sí que tenía miedo, temblaba y sabía que si empezaba a llorar no pararía. Sabía que no tenía que haberlo hecho, pero no pudo evitarlo. Lo de poner la otra mejilla nunca había sido lo suyo. La ayudaron a levantarse, y empezaron a andar lo más rápido que pudieron, querían irse, llegar a algún metro, a casa, y fingir que no había pasado nada. Le dolía la espalda, el golpe contra el suelo al caer había sido más fuerte que el propio puñetazo. Además, como tenía la pierna levantada, para darle a él, había caído con la zona lumbar. Quizás se había vuelto a abrir aquella vieja fisura en el coxis. No podía correr. Andaba demasiado despacio. Sus amigos tenían aún más miedo que ella y andaban demasiado deprisa. Una de sus amigas iba a su ritmo, pero estaban quedándose atrás, solas, ellas dos. La otra chica corrió un poco con pasitos cortos, quería  alcanzar al resto y decirles que frenaran, que ella estaba mal y no podía seguirles el ritmo.

Ella empezaba a tranquilizarse, pensaba que todo había pasado, pero cuando vio alejarse a su amiga, notó como un escalofrío le recorría el cuerpo. No había sido buena idea. Acababa de quedarse atrás, y sola. El chico con el que se había peleado apareció justo delante suyo. No entendía de dónde había salido, pero giró la cabeza y vio una pequeña callejuela a mano izquierda. Notó como se le acercaba alguien más por detrás, pero no pudo hacer nada. Intentó gritar, pero no le salió la voz. Notó una mano cubriéndole la boca para que no pudiera gritar. Pensó en morderle pero... Fundido a negro. Quizás la habían golpeado, perdió el conocimiento. Vio a sus amigos a lo lejos, al grupo delante, y a su amiga a punto de alcanzarles para avisarles de que la esperaran. Sabía que no se habían dado cuenta. Cuando se giraran ella no estaría. Y no sabrían dónde buscar.

Despertó, estaba cayendo al vacío. No, no era el vacío, estaba cayendo al agua. ¿Era el mar? Ahí arriba estaba ese chico, mirándola con cara de satisfacción. Mierda, estaba atada. ¿Tenía un peso atado a los pies? Cayó al agua. Sabía que tenía que hacer algo, tenía que tranquilizarse y serenar la respiración, podía aguantar un par o tres de minutos. Si me tranquilizo, podré desatarme. Tengo que guardar el aire. Si me tranquilizo podré hacer algo. Si me tranquilizo podré.... 

Despertar.
Ella era yo.
Y esta es la pesadilla que me ha despertado esta madrugada.

11 comentarios:

  1. Buppppps. Suerte que yo no suelo acordarme casi nunca de mis sueños. O pesadillas, en casos como éste.

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  2. Hola...

    Esto tiene que ver en referencia a tu post de Donuts: en Mercadona, en la sección de tartas congeladas, hay unos "donuts" que se llaman Yaya María... te los recomiendo mucho. Ya me dirás.

    Un saludo.

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  3. Puf.
    Hace unos años, en la puerta de una discoteca, un grupo de chicas intentó robar a una amiga mía. Yo ese día no salí, pero dicen que mi amiga se resistió a dejar que se llevasen su bolso.
    El resultado fue una paliza en toda regla.

    A veces ser valiente es aún peor...

    P.D. Los donuts Yaya van a patrocinarte dulces sueños esta noche! :)

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  4. Jolín que angustia...

    Vaya susto has tenido que pasar...

    Solo era un sueño y ya lo has contado, así que no se cumple.He sacado en claro eso de no ponerse demasiado chula.

    Saludos,
    YoMisma

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  5. ¡Me ha encantado!. Cuando por fin tengo tiempo para leer me encuentro con este pedazo de cuento corto. Deberías presentar estas cosas a concursos, no por vanidad, sino porque la gente que no lo conoce se está perdiendo algo...

    Zalu2.
    PD: Este tipo de sueños lo causa la ansiedad, los nervios, la incertidumbre. Yo he muerto 3 veces en sueños, y la verdad es que es muy agobiante, sobre todo despertarte con el miedo todavía en el cuerpo...

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  6. Es un fàstic recordar segons què, òscar, pero el problema real es que em desperto a mig somni, i ja em diràs tu qui s'adorm amb semejante buen cuerpo...

    Gracias Daniel! Los probaré, a ver si me patrocinan los dulces sueños que me augura Kashit0. Por cierto, y aunque YoMisma haya hecho bien sacando en claro que no hay que ponerse chula, me temo que yo no voy a dejar de hacerlo... No sé estarme quieta en estos casos :/

    Tenía algún tipo de idea sobre lo de los nervios y demás, Antoniojezu. He perdido la cuenta de la cantidad de veces que he muerto o matado a alguien querido. Creo que tengo que buscar alguna alternativa para sacar todo esto. Igual por eso escribo :P Bienvenido de nuevo. Mi ego y yo te hemos echado de menos! La verdad es que no escribo para competir, así que tampoco me entero de los concursos, pero igual es hora de empezar a buscar... :)

    Ni os imagináis que mal rato, Gonzalo y Belén... No pude volver a dormir :/

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  7. Ahá! Por fin leo algo tuyo... y créeme, lo he hecho rápido rápido para saber el final de la historia! Espero que no tengas que "vivir en tus carnes" todo lo que escribes... al menos este tipo de situaciones

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  8. wow, menuda pesadilla, me lo has hecho pasar mal!! No suelo tener muchas pesadillas, pero si que me acuerdo siempre (o casi) de mis sueños...

    Muy bien contado.

    bss

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  9. Me alegro de que os haya gustado también a vosotros, Sergio y Yopo.. Y no sufráis, lo bueno de las pesadillas es que uno despierta :)

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